Savater, empieza este libro con un prólogo llamado Carta a la maestra, donde critica la nuestra sociedad que menosprecia la profesión de maestro. Además, el autor habla de la importancia que tienes los maestros sobre las personas, ya que son ellos los encargados de formar a las nuevas generaciones, tanto a nivel educativo como a nivel personal. En resumen, en esta primera parte del libro, Savater deja constancia de su gran admiración por la educación de los padres y madres hacia sus hijos, y lo hace dando las gracias a su propia madre que es a quien va dirigida la carta.
En el segundo capítulo, Savater, empieza razonando que la educación es la que nos enseña que no somos únicos y pone como punto de referencia el tiempo, la educación gira en torno a él i además es uno de los factores principales que nos diferencia de los animales, la noción del tiempo. La enseñanza está completamente arraigada a la humanidad, tanto que es lógico afirmar que cualquiera puede enseñar, es decir, que todos hemos aplicado el aprendizaje vicario en nuestra enseñanza, cogiendo como modelos a nuestros agentes socializadores. Pero no todo puede aprenderse en casa o en la calle y por eso es importante la “educación formal”, aquella que se da en las aulas. En la antigua Grecia ya existía esta distinción de “educaciones”, el pedagogo se centraba en los valores morales del alumno, mientras que el profesor se encargaba de instruirle en la lectura, las matemáticas… Hablamos de “educación abierta” y de “educación cerrada”. En la actualidad ambas educaciones están ligadas y no pueden ir por separado, los maestros a demás de instructores son educadores.
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